POEMAS DE JOSÉ SANTOS CHOCANO
POEMA BLASON
José Santos Chocano
Soy el cantor de América autóctono y salvaje:
mi lira tiene un alma, mi canto un ideal.
Mi verso no se mece colgado de un ramaje con
vaivén pausado de hamaca tropical...
Cuando me siento inca, le rindo vasallaje al Sol,
que me da el cetro de su poder real;
cuando me siento hispano y evoco el coloniaje
parecen mis estrofas trompetas de cristal.
Mi fantasía viene de un abolengo moro:
los Andes son de plata, pero el león, de oro,
y las dos castas fundo con épico fragor.
La sangre es española e incaico es el latido;
y de no ser Poeta, quizá yo hubiera sido
un blanco aventurero o un indio emperador.
POEMA EL AMOR DE LAS SELVAS
José Santos Chocano
Yo apenas quiero ser humilde araña
que en torno tuyo su hilazón tejiera
y que, como explorando una montaña,
se enredase en tu misma cabellera.
Yo quiero ser gusano, hacer encaje;
dar mi capullo a las dentadas ruedas;
y así poder, en la prisión de un traje,
sentirte palpitar bajo mis sedas...
¡Y yo quiero también, cuando se exhala
toda esta fiebre que mi amor expande,
ir recorriendo la salvaje escala
desde lo más pequeño hasta lo más grande!
Yo quiero ser un árbol: darte sombra;
con las ramas, la flor, hacerte abrigo;
y con mis hojas secas una alfombra
donde te hecharas a soñar conmigo...
Yo quiero ser un río: hacer un lazo
y envolverte en las olas de mi abismo,
para poder ahogar con un abrazo
y sepultarte en el fondo de mí mismo.
Yo soy bosque sin trocha: abre el sendero,
yo soy astro sin luz: prende la tea.
Cóndor, boa, jaguar, ¡yo apenas quiero
ser lo que quieras tú, que por ti sea!
Yo quiero ser un cóndor, hacer gala
de aprisionar un rayo entre mi pico;
y así soberbio..., regalarte un ala,
¡para que te hagas de ella un abanico!
Yo quiero ser una boa: en mis membrudos
lazos ceñirte la gentil cintura;
envolver las pulseras de mis nudos;
y morirme oprimiendo tu hermosura...
Yo quiero ser caimán de los torrentes;
y de tus reinos vigilar la entrada,
mover la cola y enseñar los dientes,
como un dragón ante los pies de un hada.
Yo quiero ser jaguar de tus montañas,
arrastrarte a mi propia madriguera,
para poder abrirte las entrañas...
¡y ver si tienes corazón siquiera...!
POEMA ARBOLES VIEJOS
José Santos Chocano
Hasta el árbol tronchado en el camino
Sin hojas y sin frutos y sin flores
Puede prestar asiento a los pastores
Y un báculo ofrecer al peregrino.
Así el anciano de experiencia y de tino
Máximas da que eviten sinsabores
Y sin savia ni aromas ni colores,
Cumple su ley y tiene su destino.
¡Oh labrador! Escucha mi consejo;
Te debes resistir cual me resisto
A cortar ramas aunque estén desnudas;
Porque puede salir de un árbol viejo
Quizá la cruz en que sucumba un cristo,
Quizá la rama en que se cuelgue un judas.
POEMA DE LAS FRUTAS
José Santos Chocano
Simbólico festín. Amplia y espesa
enramada de vides forma el techo;
y de la yerba húmeda en el lecho,
tendida se halla la silvestre mesa.
Sobre los hombros de un gran Atlas pesa
un recipiente para tanto estrecho,
en donde saltan del monto deshecho
la piña enorme y la menuda fresa...
Corona la alta torre una partida
manzana de oro que a gustar provoca
frescas corrientes de ignorada vida;
y empinándose así la torre ufana,
se hace una torre de Babel que toca
el cielo del amor con la manzana.
POEMA COLONIAJE
José Santos Chocano
¡Vale un Perú! – y el oro corrió como una onda.
¡Vale un Perú! – y las naves lleváronse el metal…
Pero quedó esa frase magnífi ca y redonda,
como una resonante medalla colonial.
Dijérase que el arca de un Creso se desfonda…
¡Oh Edad de los Virreyes, que nunca tuvo igual!;
se abren los ojos claros de la virreina blonda
y hace brillar sus piedras la mitra episcopal…
¿Cuyo el balcón morisco que un púlpito remeda?
¿Quién descolgó la escala de retorcida seda?
¿Cuál paseo, el de sauces, que en el río se ve?…
La Edad de los Virreyes es baile de gran brillo,
y en él, mientras se doblan las basas de un tresillo,
parecen desdoblarse los cuadros de un minué…
POEMA LAS MINAS DE POTOSÍ
José Santos Chocano
Es justo que Zipango renuncie su decoro:
ostentan mayor pompa las cúspides andinas;
y aún pueden, en medio de las incaicas ruinas,
buscar los Argonautas el símbolo de oro.
Cuando el hispano, há siglos, tocó el clarín sonoro,
los indios se escaparon al fondo de las minas;
y bajo de las piedras y nieves cristalinas,
quedó, como en un cofre, guardado su tesoro.
El Padre de los Incas, el Sol, que oyera el grito
de ese clarín que supo colmar el Infi nito,
también quiso ocultarse, miedoso de la guerra;
y así, después, al golpe del pico y de la azada,
el oro fue sacando su luz petrifi cada
como si el Sol brotase de bajo de la tierra…
LA TRISTEZA DEL INCA
José Santos Chocano
Este era un Inca triste de soñadora frente,
ojos siempre dormidos y sonrisa de hiel,
que recorrió su imperio buscando inútilmente
a una doncella hermosa y enamorada de él.
Por distraer sus penas, el Inca dio en guerrero,
puso a su tropa en marcha y el broquel requirió:
fue dejando despojos sobre cada sendero,
y las nieves más altas con su sangre manchó.
Tal sus flechas cruzaron invioladas regiones,
en que apenas los ríos se atrevían a entrar,
y tal fue derramando sus heroicas legiones,
de la selva a los Andes, de los Andes al mar.
Fue gastando las flechas que tenía en su aljaba,
una vez y otra y otra, de región en región;
por que cuando salía victorioso lograba
levantar la cabeza, pero no el corazón.
Y cansado de sólo levantar la cabeza,
celebró bailes magnos y banquetes sin fin;
pero no logró nada disipar su tristeza,
ni la sangre del choque, ni el licor del festín.
Nadie entraba en el fondo de su espíritu oculto,
ni sus cándidas ñustas de dinástico rol.
Ni las sires de Quito consagradas al culto,
ni del Cuzco tampoco las bestales del sol.
Fue llamado el más viejo sacerdote. Adivina
este mal que me queja y el remedio del mal,
dijo al gran sacerdote, con voz trémula y fina,
aquel joven monarca displicente y sensual,
“!hay¡ señor... dijo el viejo sacerdote... tus penas
remediarse no pueden. Tu pasión es mortal.
La mujer que has ideado tiene añil en las venas,
un trigal en los bucles y en la boca un coral.”
!hay¡ señor: cierto día vendrán hombres muy blancos
ha de oírse en los bosques el marcial caracol,
cataratas de sangre colmarán los barrancos;
y entrarán otros dioses en el templo del sol.
La mujer que has ideado, pertenece a tal raza,
vanamente la buscas en tu innúmera grey;
Y servirte no pueden oración ni amenaza,
por que tiene otra sangre, otro dios y otro rey.
Cuando el rito sagrado le mandó, optar esposa,
hizo astillas el cetro con vibrante dolor;
y aquel joven monarca se enterró en una fosa,
y pensando en la rubia fue muriendo de amor.
Castellana: Tú ignoras todo el mal que me has hecho.
Castellana. Recuerda que nací en el Perú.
La tristeza del Inca va llenando mi pecho;
Y quién sabe... quién sabe si la rubia eres tú
Poemas de José Santos Chocano.
Diario inca.
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