Maestro, eres esa persona que iluminas con tu enseñanza el largo camino de la vida, para recorrerla sin dubitaciones.
Carta a los maestros, que me enseñaron a vivir la vida para bien.
Quiero empezar estas breves, pero sentidas líneas diciendo: a lo largo mi existencia me he topado con un sinfín de personas; a donde iba, a donde llegaba, siempre encontraba a ese bendito maestro y/o maestra incondicional, te encontraba en casa, en el calorcito del hogar, te encontraba muchas veces en un anónimo en un perfecto desconocido; tu incansable labor, siempre fue el afán de enseñarme a dar esos primeros pasos, luego guiarlos, desde esos primeros pequeños pasos temblorosos, débiles, inexactos y a veces con graciosa chuecura. Cuando ya podía levantar esos piececitos torpes y dar esos pasos, muchas huellas deseaba dejar; cuando esos pasos se hacían más fuertes, era natural acelerar cada vez, más y más; sin embargo caía y tras sollozos y quejidos siempre estuviste ahí para levantarme, siempre estaba esa voz de ánimo que decía: ¡sigue para adelante, todos caen, todos hemos caído; eso no importa, lo que importa es levantarse y seguir!. Cuanto más lejos avanzaba, más sentía perderme en esa jungla, en ese salvaje mundo, sin embargo tu voz de ánimo, tus sanos consejos nunca desfallecían; siempre primaban tus enseñanzas, de cómo afrontar y sobrevivir en este mundo salvaje, de cómo seguir para adelante sin renunciar el seguir avanzando; ahí donde muchos caen para ser devorados por el feroz animal del mundo o del arbitrario cruel destino, si así se le quiere llamar; pero tú, no lo permitiste y afanoso cual líder guerrero de la jungla me enseñabas a resistir y a siempre seguir, sin dar marcha atrás en las adversidades.
Papá enseña a hacer wathiya. (Ruwaq: Z@rhf...)
Me enseñaste a resolver los acertijos naturales de la vida, me enseñaste a sobrevivir, incluso a subsistir, a saber apreciar desde lo más pequeño, a lo más grande; desde lo más poco, a lo mucho; a valorar y amar mis raíces, mi identidad; a saber respetar incluso a quienes no saben de respeto; a escuchar incluso a los sin voz; a mirar no solo con los ojos, sino a mirar con el corazón, con el alma; a tener fe, a creer en mí, a creer en mis hermanos, a creer en un don alguien que quizá no sabe creer ni menos sabe de fe, finalmente a creer en el creador. Me enseñaste no de igualdad, porque evitaste en mí, ser un mero prosélito; sino que me enseñaste de justicia, bendita palabra que es conjunto de todas las virtudes; me enseñaste de las labores de la vida; a saber asear no solo el cuerpo, sino el alma; la importancia de mantener limpio nuestra casa común, que es una bendición, en ella se da el milagro constante de la vida, que nadie quiere visualizarla con los ojos, menos con el corazón, mucho menos con el alma; me enseñaste a tomar de ella, de su diversidad, lo necesario, para subsistir, para no quebrantar su bendita armonía; me enseñaste a preparar con ello, los alimentos para el cuerpo y para el alma; me enseñaste a vivir en armonía con la naturaleza, a cuidarla; me enseñaste a vivir siempre con el ejemplo, siempre compartiendo lo aprendido; creo que eso de compartir con el resto, tal vez me hace tu propia imagen, tal vez me haga maestro de los que recién vienen; no lo sé, yo no soy quien determine eso, serán las generaciones quienes lo diriman…
Aprendiendo sobre comidas típicas. (Ruwaq: Z@rhf...)
Has de haber estado no siempre apegado a mí, cual sanguijuela intentando succionar toda mi inocencia, porque seguro que lo hacíais por mi bien, para que pueda aprender de las separaciones, de las distancias, de los dolores y sinsabores de la vida, para saber que de la soledad también se aprende, que eso de estar cerca cada momento no era tan necesario; pero cuanto he disfrutado las veces que estuve bajo vuestra tutela y de cuan cerquita, gozando de vuestro amor, de vuestra risa, de vuestro humor, de vuestra imponente y heroica personalidad; ahí es donde me enseñaste de la importancia de las reglas; los aprendí muy bien; en esos momentos fue, que me decías: “guarda distancia”, siempre enfatizándome cuan necesario es guardar distancias, cuan necesario es guardar respeto, que las cosas y los actos tienen sus límites, que eso sería tan útil y tan necesario para recorrer la vida con respeto, con amor y no recorrerla por recorrer, cual andariego en tinieblas.
Aprendiendo a estar juntos. (Ruwaq: Z@rhf...)
Siempre atraías multitudes, siempre, cual imán, y así como el imán imanta al metal, así me transmitías tus conocimientos, tu sapiencia, sin temor alguno; pues quien no está ávido y con sed de conocimientos, de aprender, de saber, de descubrir, de quedarse anonadado, admirado de cuando, gracias a tus conocimientos sapienciales, a tus enseñanzas, salía de la oscura ignorancia; era encontrar, era descubrir, era el alimento, el alimento del conocimiento…
Gracias a ti, gracias a tus enseñanzas, siempre hallé un maestro, a donde quiera que fuera, sea en casa o no, sea en esa jungla social o no, sea en aulas o no; pues me enseñaste que, cuando quieres encontrar un maestro, un gran maestro, solo es necesario mirar, escuchar y de sus nobles enseñanzas, aprender; aprendí que no hay ser tan miserable que no tenga nada que dar, al contrario, es cuestión de poner un alto, de querer escuchar, de querer aprender.
El viejo Maestro. (Ruwaq: Z@rhf...)
Aprendí de ti, que hallar un maestro, es cosa tan difícil, gracias a las murallas del egoísmo y yoismo que armamos en nuestro alrededor; pero gracias a tus enseñanzas, a donde voy, siempre hay uno, solo basta mirarlo con los ojos del alma, escucharlo con los oídos de tolerancia, aprender y seguir sus pasos con humildad.
Gracias a todos mis maestros y maestras del hogar, de la familia, de la sociedad, de la escuelita, del colegio y de manera especial a los amautas de nuestros pueblos, a esos maestros indígenas ancestrales, que hicieron que mis raíces echen a crecer fuertísimos y que ningún vendaval, la tumbe.
Gracias maestros del hogar. (Ruwaq: Z@rhf...)
Es menester terminar enfatizando:
“Es cierto que la educación empieza en casa; pero la sociedad no debe estar exenta de ello, debe impartirla constantemente; y el aula, debe ser el templo del aprendizaje científico a través de sus diferentes materias, respetando nuestro variopinto contexto.” K@wsay.
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